Por Victor Sandoval
En noche calurosa, de luna llena en las tierras del Mayab, fue el marco de la presentación de “las joyas de la Rusia Imperial”, donde escotes, moños, sacos, corbatas, guayaberas, filipinas y joyas salieron de los closets de la clase alta y política yucateca, que hicieron acto de presencia, en el anfiteatro del Palacio de gobierno.
Allí fueron recibidos con copas de vino, cocteles, champan… con música de la Orquesta Sinfónica que hizo más mágica la noche, como en los tiempos de gloria de las Haciendas, luciendo las damas vestidos largos de noche y escotes, chalinas algunas, y los caballeros corbatas y moños. El cambio de personalidad en algunos fue total.
Era necesario, una descendiente de los Romanov de la Rusia Imperial acudió en la inauguración de esta muestra que recorre el mundo, aun cuando se publica en el País de España que no hubo descendiente alguno de esta familia según estudios de ADN, así como los agregados culturales, pero la mejor joya fue la personalidad creciente en el jet set social y política de la gobernadora del estado.
Sonriente, relumbro con la joya imperial que portaba en su pecho, de escote también, pero siempre con esa mirada perspicaz de memoria fotográfica, atenta a los signos del evento. Los discursos no faltaron, pero fue su noche de gloria, equiparando en su mente las dinastías del viejo mundo y Latinoamérica.
Ajeno a este halo de poder imperial, rodeaba un equipo de seguridad el evento, nada discretos, el pueblo preguntándose qué pasaba allí dentro de palacio, los representantes de medios de comunicación inquietos por la restricción dada en el sentido de no contar con acceso a la muestra, y las ventanas cerradas del Salón de los Retratos atisbados desde las calles no daban señales de esa noche que sintieron varios de los presentes de “estar en las alturas” del poder.
No hay familia Romanov en Yucatán, pero se sintieron parte.
En noche calurosa, de luna llena en las tierras del Mayab, fue el marco de la presentación de “las joyas de la Rusia Imperial”, donde escotes, moños, sacos, corbatas, guayaberas, filipinas y joyas salieron de los closets de la clase alta y política yucateca, que hicieron acto de presencia, en el anfiteatro del Palacio de gobierno.
Allí fueron recibidos con copas de vino, cocteles, champan… con música de la Orquesta Sinfónica que hizo más mágica la noche, como en los tiempos de gloria de las Haciendas, luciendo las damas vestidos largos de noche y escotes, chalinas algunas, y los caballeros corbatas y moños. El cambio de personalidad en algunos fue total.
Era necesario, una descendiente de los Romanov de la Rusia Imperial acudió en la inauguración de esta muestra que recorre el mundo, aun cuando se publica en el País de España que no hubo descendiente alguno de esta familia según estudios de ADN, así como los agregados culturales, pero la mejor joya fue la personalidad creciente en el jet set social y política de la gobernadora del estado.
Sonriente, relumbro con la joya imperial que portaba en su pecho, de escote también, pero siempre con esa mirada perspicaz de memoria fotográfica, atenta a los signos del evento. Los discursos no faltaron, pero fue su noche de gloria, equiparando en su mente las dinastías del viejo mundo y Latinoamérica.
Ajeno a este halo de poder imperial, rodeaba un equipo de seguridad el evento, nada discretos, el pueblo preguntándose qué pasaba allí dentro de palacio, los representantes de medios de comunicación inquietos por la restricción dada en el sentido de no contar con acceso a la muestra, y las ventanas cerradas del Salón de los Retratos atisbados desde las calles no daban señales de esa noche que sintieron varios de los presentes de “estar en las alturas” del poder.
No hay familia Romanov en Yucatán, pero se sintieron parte.
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