
En los últimos decenios ha seguido un movimiento de intelectualización, que dividió el arte en dos corrientes opuestas: arte elitista y arte popular. Pero tan paradójico como esto puede parecer, uno y otro se hunde más y más profundamente en la materia. Es así como el arte se ha vuelto estructural e ideológicamente materialista, en la actualidad releja más los impulsos del ego que las aspiraciones del alma.
El ruido no es música, el embadurnamiento no es pintura, el triturado no es escultura, los movimientos libres no son danza. Su regeneración debe tomar su inspiración de los arquetipos naturales, universales y espirituales. Es absolutamente que el arte tenga una finalidad estética.
Las relaciones del hombre con sus semejantes son cada vez más interesadas y dejan cada vez menos al altruismo. La política de “cada uno en su casa” es la que predomina en el comportamiento, consecuencia del materialismo excesivo que reina actualmente en las Sociedades modernas.
La generalización de la violencia es preocupante. Al inicio de este siglo XXI un niño, aparentemente sin conciencia, mata a otro. Este cultivo de la violencia es pernicioso y no puede ser constructivo, la humanidad tiene hoy los medios para autodestruirse a escala planetaria. La paradoja de los tiempos modernos, en la era de la comunicación, los individuos ya no se comunican. La telecomunicación suplanta a la comunicación, reforzando el individualismo que contribuye a la disgregación del medio familiar y del tejido social.
La información se ha vuelto a la vez excesiva e invasora, hasta el punto de generar su contrario: la desinformación. Alimenta en las mejores condiciones el pesimismo, la tristeza y la desesperanza, en las peores la desconfianza, la desunión y el rencor. Hoy más que nunca el mundo tiene necesidad de optimismo, esperanza y unidad, trabajando para el advenimiento de una cultura de la paz, basada en la integración y la cooperación.
El ruido no es música, el embadurnamiento no es pintura, el triturado no es escultura, los movimientos libres no son danza. Su regeneración debe tomar su inspiración de los arquetipos naturales, universales y espirituales. Es absolutamente que el arte tenga una finalidad estética.
Las relaciones del hombre con sus semejantes son cada vez más interesadas y dejan cada vez menos al altruismo. La política de “cada uno en su casa” es la que predomina en el comportamiento, consecuencia del materialismo excesivo que reina actualmente en las Sociedades modernas.
La generalización de la violencia es preocupante. Al inicio de este siglo XXI un niño, aparentemente sin conciencia, mata a otro. Este cultivo de la violencia es pernicioso y no puede ser constructivo, la humanidad tiene hoy los medios para autodestruirse a escala planetaria. La paradoja de los tiempos modernos, en la era de la comunicación, los individuos ya no se comunican. La telecomunicación suplanta a la comunicación, reforzando el individualismo que contribuye a la disgregación del medio familiar y del tejido social.
La información se ha vuelto a la vez excesiva e invasora, hasta el punto de generar su contrario: la desinformación. Alimenta en las mejores condiciones el pesimismo, la tristeza y la desesperanza, en las peores la desconfianza, la desunión y el rencor. Hoy más que nunca el mundo tiene necesidad de optimismo, esperanza y unidad, trabajando para el advenimiento de una cultura de la paz, basada en la integración y la cooperación.
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